En su clásica talabartería de Palermo
Viejo, Enrique Wilkis renueva día a día
un oficio que heredó de sus padres y que ahora
transmite a su hijo.
Sudadera, matra, carona, lomillo, sobrecincha y barriguera.
Palabras que suenan al oído como si pertenecieran
a otra lengua. Sin embargo, para el hombre de campo,
son parte de su vocabulario cotidiano y reflejan la
historia de su vida y la de su fiel compañero,
el caballo.
Comprender
esa relación única e inquebrantable entre
el hombre y su animal, ese lazo que los une de por vida,
es precisamente la clave del éxito de un talabartero.
Y Enrique Wilkis lo supo desde un principio, cuando
hace 25 años decidió continuar el oficio
que iniciaron sus padres a mediados del siglo pasado.
En aquellos tiempos, los carros tirados por caballos
recorrían las calles de tierra de General Rodríguez,
zona de tambos por excelencia. Los Wilkis encontraron
una buena oportunidad para poner en práctica
sus habilidades como artesanos y en poco tiempo demostraron
ser expertos en guarniciones para carros.
El siglo cambió y el local se trasladó
de Rodríguez a Palermo, el barrio porteño
de las nuevas tendencias. Los tiempos y el lugar no
son los mismos y sin embargo, Enrique y su hijo Eugenio
mantienen el espíritu y el oficio que heredaron.
Quizá lo que los diferencia, tanto de sus antepasados
como de sus colegas, es la diversidad de modelos y productos
que trabajan. Sin excepciones, confeccionan por lo menos
tres modelos de cada artículo.
Entrar a "Recados y Monturas", la talabartería
de los Wilkis, es una experiencia única tanto
para los principiantes como para los conocedores del
tema. Es como ingresar a un túnel del tiempo
y del espacio donde lo único que se respira es
tradición. Colgadas detrás de un largo
mostrador, cabezadas, estribos y estriberas, rebenques,
cinchas y alforjas de distintos diseños y colores
no dejan un espacio libre en la pared. En otro sector
del local, apiladas en forma impecable, monturas, lomillos,
matras y peleros demuestran que lo que no falta es variedad.
Sin
embargo, lo que más valoran los clientes es la
posibilidad de encargar trabajos a medida. Experto en
detectar las necesidades y gustos del hombre de campo,
Enrique Wilkis conoce una por una las diferencias entre
los distintos recados de cada región del país
y la variedad de los elementos que los componen según
el clima, el tipo de suelo y hasta el porte del caballo;
sabe de las bondades de un buen cuero según su
origen y terminación. Ese es precisamente su
valor agregado, el que Hernán Uriburu y Fernando
Escudero, guías de cabalgatas en el norte, y
varios estancieros de la provincia de Buenos Aires,
de Santa Fe y del sur argentino, reconocen a la hora
de elegir las monturas y recados para sus equinos. Y
no son los únicos. Aunque la especialidad es
el campo, a la talabartería también llegan
jugadores de polo y pato, y jinetes de salto, cada uno
con sus propias exigencias. Entre los elementos que
componen el apero criollo, hay lugar también
para las guarniciones de carros, las mismas que alguna
vez le dieron a los Wilkis la posibilidad de convertirse
en verdaderos artesanos del cuero.
Winds
- Southern Winds
Revista de a bordo
Año 2002
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